USURERO

Posted by Walterio | Posted in , , , , | Posted on 8/21/2018 12:00:00 a. m.

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UNO

Ariadna intentó trasponer la puerta del local y no pudo, volvió a verificar si no estaba cerrado y notó cierto movimiento en la penumbra interior al mismo tiempo que la cerradura de seguridad le advertía con un zumbido que su ingreso estaba permitido. Del otro lado de un oscuro mostrador rodeado de cajoneras hasta el techo y apenas iluminado por tres bombillas mortecinas, Mr Manfred Mullog, la interpelaba con sus ojos azules, expandidos por unos lentes de aumento exagerado.

- Buenas tardes.

- Encantado de conocerla, es la primera vez que la veo por acá ¿busca alguna pieza especial?

- Sí, estoy interesada en…

- ¿MIS PRECIOS?

- Bueno… si comenzamos por ese tema, desearía una bonificación si llegara a encontrar…

- ¡MIS PRECIOS NO SE NEGOCIAN! ¡VUELVA EN OTRA OPORTUNIDAD!

- Si yo no…

- ¡MIS PRECIOS, son los más acomodados en el mercado del coleccionismo!

- Entiendo pero…

Mr Manfred Mullog irguió su huesuda figura articulando grotescamente el brazo derecho sobre el mostrador mientras blandía una lapicera de plata con un rubí en la caña.

- Vuelva en otra oportunidad y con mejor disposición. Es un insulto venir a cuestionar MIS PRECIOS…

Ariadna quedó tan sorprendida como decepcionada por el maltrato del comerciante. Le habían advertido que al misántropo no le gustaban los regateos pero no podía concebir que se negara a atenderla. Recordó aquella hermosa postal del río Anisacate que Mr Mullog, había subastado desde su tienda virtual y suspiró comprometiéndose a ser más cuidadosa en la visita siguiente.

DOS

Ariadna regresó al negocio de postales siete meses más tarde, confiaba en que el vendedor apenas la reconocería tras su nuevo corte de cabello y un atuendo sobrio pero elegante. Nuevamente encontró la puerta cerrada y tuvo que pulsar el timbre varias veces hasta que el mismo propietario apareció tras el cristal y la invitó a pasar al salón. Una de las bombillas que iluminaban el mostrador había cumplido su ciclo sin ser cambiada, Mr Mullog la saludó con notable cortesía.

- ¿Otra vez usted por acá?

- Discúlpeme si lo molesto.

- En absoluto, supongo que viene interesada en alguna pieza.

- Así es.

- Le recuerdo que MIS PRECIOS…

- Los precios no son un impedimento.

- ¿Está segura?

- ¿Podemos hablar de postales de Alta Gracia?

- Posiblemente…

Mr Manfred Mullog sonrió satisfecho, se dirigió a una de las cajoneras identificada con una A de bronce y retiró un manojo de sobres de acetato que desplegó ante la mirada asombrada de Ariadna.

- Elija y luego hablaremos de MIS PRECIOS…

El corazón de Ariadna comenzó a galopar ante un imaginario altagraciense casi desconocido: casonas que nunca había visto ni sabido de su existencia, huéspedes del Sierras Hotel en banquetes suntuosos y travesías campestres, el ferrocarril y su cantera en plena actividad, perspectivas deslumbrantes del tajamar y el casco jesuítico. Fue seleccionando en silencio:
En tanto, Mr Manfred Mullog, digitaba números en su calculadora.

- ¡Excelente selección! Estas doce postales tienen un costo de mil dólares ¿Efectivo o tarjeta de crédito?







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