JUICIOS

Posted by Walterio | Posted in , , , , | Posted on 9/14/2018 12:00:00 a. m.

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UNO

Acordaron que nadie tenía el derecho de violentar con un monstruo de palabras su paraíso serrano y alentados por la reciente prédica del cura párroco, urdieron la trama del escarmiento. Desde las poltronas de las galerías del Sierras Hotel hasta los invernaderos de Villa Carlos Pellegrini, la media voz y las misivas breves fueron comunicando el lugar de encuentro para la reunión expiatoria en la que cada asistente se comprometía a llevar al menos, un ejemplar de la novela maldita.

En el descampado elegido, bajo un atardecer nublado, los libros se fueron amontonando de manera desordenada y casi lineal, obligando a los asistentes a trazar un perímetro oblongo similar al de un bacilo. Una mujer tosió y comenzó a desenhebrar avemarías desde un rosario de cristales azules, otras fruncieron el ceño pero le hicieron coro, la oración se fue extendiendo en el preciso instante en que un cochero acercaba la braza de su cigarro a las páginas impregnadas de querosén.

Delineado por el fuego, el nombre del autor maldito resplandeció en las cubiertas de color rojo, verde y amarillo de su obra. Un trueno quebró el silencio del valle donde nacen las tormentas y se desató la lluvia. Cesaron las plegarias, la confusión se apoderó de los feligreses que corriendo y empujándose buscaron la protección de árboles automóviles y carruajes. La luz de la hoguera declinó bajo el aguacero.

- ¡Marcelo! ¡Marcelo Peyret! Lo intentaron pero no pudieron con todos.

Mientras subía al tren que lo alejaría de aquel infierno serrano, el escritor buscó el rostro de quien lo había llamado. Desde el andén, el tagaciano lo despedía levantando por encima de todos los viajeros, un volumen de “Alta Gracia”.

- El futuro no perderá la posibilidad de leerte.


 DOS

Ariadna quitó el señalador de la página 65 y continuó con la lectura del libro que le había entregado aquel sujeto misterioso de la biblioteca:

“Las nuevas generaciones eran débiles, enclenques, niños escrofulosos, llevando en su sangre empobrecida el germen del terrible mal. Fue entonces cuando se fundó un dispensario, pero ya era tarde. La tuberculosis es una enfermedad para ricos, exige una vida ociosa, una alimentación especial, y los medicamentos de nada sirven, son impotentes por sí solos, no ya para curar, sino ni siquiera para impedir los progresos de la enfermedad…
El bacilo está en todas partes. Es señor, el rey, el soberano absoluto. De el viven los médicos, los curas, los hoteleros y comerciantes. De él habla y se preocupa todo el mundo, en el palacio suntuoso y en el tugurio miserable. Es el nuevo señor de la montaña, buitre voraz que necesita carne humana para alimentarse. Se extiende a las vacas, vive en la leche, en la carne, en el aire, se esconde en los rincones, en la ropa, en el polvo del camino, en el beso de la madre, en el aliento de la novia, y allí, artero, solapado, alevoso, acecha el momento propicio y da el golpe.
Tirano absoluto, odiado, y combatido por todos, parece que de todos se burla, e invencible, omnipotente, cada día afirma más su señorío en las sierras.

Néstor pudo apreciar esa mañana, todo el dolor de esa tragedia.
Contreras vino a buscarlo, al Hotel Colinas, donde se alojaba, y juntos se dirigieron a misa. Cuando llegaron, ésta ya había comenzado. La pequeña iglesia colonial se hallaba atestada de gente, que devotamente seguía la ceremonia oficiada en latín por el cura.

- Kyrie, eleison…- percibió Néstor, en el murmullo de voces. Esas palabras habían resonado en las viejas bóvedas desde hacía centenares de años. En tiempos pretéritos, todas las mañanas eran repetidas por los indios de la factoría, almas infieles, ganadas para el cristianismo por los padres jesuitas. En el viejo altar, en el vetusto coro, las repetía el eco, como si esos muros adquiriesen musicales sonoridades, a fuerza de vibrar sus moléculas con las mismas palabras.

Néstor cerrando los ojos, imaginó la solemnidad de esas pasadas ceremonias, donde salvajes y civilizados se unían en un mismo deseo, en una misma aspiración.

- Gloria in excelsis…

Veía la multitud de indios semidesnudos, postrarse ante los símbolos sagrados, poseídos por el temor de lo incomprendido, ofreciéndole su sumisión de niños grandes. Seres arrancados a la azarosa vida de una guerra continua, fieros cultores del valor, venían a deponer, ante el ser supremo de los hombres blancos, su espíritu de salvajes, en las frases sacramentales.

- Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

La nueva religión cambiaba su idiosincrasia, y los tornaba, de sanguinarios guerreros, en mansos corderos, en dóciles instrumentos de esos hombres de negra sotana, en cuyas manos, bajo cuya autoridad y para su provecho, arrancaban la riqueza de la tierra, levantaban poblaciones, y contribuían a fortalecer una autoridad, que los transformaba, de hombres libres, en pobres cosas despreciables, sin individualidad, sin atributo de la dignidad humana.”


Conmovida, Ariadna cerró el libro reafirmando todas sus sospechas sobre el pasado de la ciudad. Tantos años reclamando la reivindicación histórica de un turismo sanitario negado por décadas.

- Lo intentaron, pero sin dudas… no pudieron con todos.


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